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martes, 11 de octubre de 2011

ARTÍCULO EL CORREO DE ANDALUCÍA OCTUBRE 2011.

UN BAR, COÑO, UN BAR.

Tengo un amigo que dice que un gastrobar es un bar con complejos, como si el ser “sólo” bar no fuese lo suficientemente meritorio. Probablemente eso sea debido a la gran ola de cursilería y vano barroquismo que invade casi todo lo relacionado a gastronomía y cocina estos últimos años, a pesar de la que está cayendo.

Se me ha venido este recuerdo a la cabeza porque, en el día en que escribo esto, se ha inaugurado a bombo y platillo el Basque Culinary Center, así, en inglés, aunque esté ubicado en San Sebastián y pagado con abundantísimo dinero público español. ¿Más complejos?

Según dicen en su web, el Center en cuestión es un centro de formación, investigación y desarrollo en las diferentes áreas de las Ciencias Gastronómicas. ¿Una licenciatura en Gastronomía? ¿Y por qué no?

A priori todo muy plausible, a pesar de la danza de personalidades en su debut; el acto de inauguración lo presiden los príncipes de Asturias pero no aparece por allí el alcalde de San Sebastián. Sin embargo, sí que va el segundo a la posterior fiesta mientras que faltan los primeros.

Hasta hace poco han sido legión los nuevos cocineros que incluyen en su currículum el haber trabajado o hecho prácticas en El Bulli, Arzak y similares. Mano de obra cualificada y gratuita que tuvieron los mejores chefs del país. Gente joven e ilusionada que creyeron a pies juntillas todo ese tinglado y se embarcaron, hipotecando hasta lo que no tenían, para imitar a sus ídolos. Entonces, ¿por qué todos estos grandes gurús de la cocina dicen que, con cada estrella Michelín, los beneficios se esfuman como por arte de magia? ¿Son masoquistas o embusteros?

Y, ¿por qué, sabiendo esto, sus discípulos caen y caen en la misma trampa?


Cuando tuve el privilegio de ser seleccionado para presentar al disidente Santi Santamaría en su conferencia de Sevilla, en Antares, recuerdo perfectamente que dije públicamente en aquel acto que qué les íbamos a contestar a esos jóvenes ilusionados y embaucados cuando descubriesen que les habíamos mentido.

La cocina sólo admite dos adjetivos: buena y mala; y los negocios de hostelería otros dos: viables e inviables. ¿Por qué este proyecto y otro similar que está preparando Adriá en el ex Bulli son fundaciones, entidades opacas donde las haya? ¿Por qué no son una facultad universitaria? ¿Por qué no un restaurante?  ¿Por qué no un bar? Sí, coño, un bar.

Sin complejos.

BAR; una palabra universal. Corta. Muy corta. Pero en la que cabe todo un mundo de buenos ratos, amigos, tertulias, desahogos, romances, guiños…en definitiva: VIDA.

No  vayamos a cargárnosla ahora por la vanidad de unos cuantos cursis con complejos.



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