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lunes, 19 de septiembre de 2011

ARTÍCULO DE SEPTIEMBRE DE 2011 EN EL CORREO DE ANDALUCÍA.


IV VERANO DE LA CRISIS.

Llegó a la chita callando, la muy ladina, disfrazada de burbujas varias, como si fuese el anuncio de un dorado cava protagonizado por un mandatario nefasto, el cual, en el más puro estilo Manolo Summers, no paraba de vocear que Tó er mundo e güeno y España e lo mejón del mundo. Hasta que aquellas frágiles pompas estallaron en nuestras narices y dejaron ciegos y aturdidos nuestros ojos de nuevos ricos con pretensiones. ¿Ojos engañados u ojos que se habían dejado engañar? Da igual. El caso es que la muy jodida doña Crisis había llegado para quedarse. Ya es un cubierto más en nuestras casas y en nuestros negocios. ¡Y vaya el apetito que tiene la doña…!

Llevo 40 años de mi vida dedicados a la hostelería, pero, además, soy cliente de otros muchos colegas. Me gusta salir de tapas, comer en la calle con la familia, cenar con los amigos… En fin, que domino las dos caras de la moneda y una de ellas --la de cliente y espectador-- me ayuda bastante en la otra, pues me da una perspectiva diferente a la puramente empresarial.

¿Y qué he visto este verano desde fuera del mostrador en mis vacaciones? Pues algo que tenía fatalmente que llegar: una bajada en la calidad y/o el servicio, porque, lo de subir los precios con la que está cayendo, es una utopía. No ha sido una bajada generalizada, hay quien aguanta el tipo a base de imaginación, contención de gastos innecesarios y buena gestión, pero, por desgracia, no es la norma.

Este verano me han pasado y me han contado más situaciones de servicio no profesional de la cuenta, e incluso de camareros bordes y descarados.

Está claro que, si para dar un buen servicio hacen falta X empleados y este verano el empresario, ahogado en trampas o asustado por la falta de perspectivas, contrata a X-2, la calidad se resiente, aunque, con un poco de agrado y buena voluntad por todas las partes, puede llegar a ser un mal menor. Sin embargo, esa bajada en el servicio puede servirles a algunos clientes-personajillos, venidos a menos por mor de la misma crisis que la del hostelero, para dejar escapar sus frustraciones y su resentimiento contra todo y contra todos, provocando escenas que dan vergüenza ajena contra un profesional que está haciendo todo lo posible para darle un buen servicio, o contra un trabajador eventual que, incluso, puede estar mucho más preparado intelectualmente que el cliente gritón, pero que se la tiene que tragar porque necesita imperiosamente ese salario.

Dice el refrán que en la mesa y en el juego se conoce al caballero. Si algún día muchos profesionales de la mesa (y el mantel) hablasen, cuántos cimientos temblarían… Pero, si hay un oficio discreto y amante de hacerles la vida más agradable a los clientes, ese es el de camarero. O si no; ¿a cuántos profesionales del litos han visto ustedes largando fiesta en los programas de cotilleos…?

…Y no será por falta de información.

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